La primera semana de marzo fue el inicio oficial de clases del presente año, lo que va de la mano con las medidas sanitarias para prevenir el COVID 19, como es la ventilación de salas de clases, el continuo lavado de manos, el uso obligatorio de mascarillas, la distancia física etc. Este cambio de rutina, por tanto, es un hecho al que debemos adaptarnos, ya que se espera el regreso total de manera presencial. Lo anterior puede provocar ansiedad, especialmente, en niñas, niños y adolescentes que después de dos años, deben adecuarse a una nueva rutina, lo que podría afectar sus tiempos de alimentación y acceso a productos saludables.
Los profesionales de la nutrición sabemos que puede producirse un desorden en términos de horario en las comidas. De acuerdo con las indicaciones del Ministerio de Educación, la mayoría de los colegios o escuelas podrán volver con jornada completa, y eso implica que tienen que llevar colación o almorzar en el propio recinto educacional, particularmente sobre todo en el caso de los más pequeños, quienes dejaran la supervisión de los padres a la hora de ingerir alimentos, fuera de los horarios establecidos por profesores y docentes.
Frente a estos dos escenarios, es posible que quienes lleven sus alimentos desde casa puedan continuar con una alimentación más equilibrada y ordenada. Sin embargo, sabemos que el acceso a otros productos podría tener efectos, por ejemplo; si son pequeños y se les da dinero para comprar, por lo cual las elecciones no van a ser las más adecuadas, sobre todo si el centro educacional no cuenta con una alternativa de kiosco saludable. De este modo habría un riesgo de generar un desbalance, un aumento en el consumo de alimentos ricos en azúcares, sodio y grasas saturadas, y la disminución del consumo de frutas, verduras, fibra y agua.
Una alimentación nutricionalmente equilibrada es aquella que proporciona los nutrientes que el cuerpo necesita para mantenerse en funcionamiento, para gozar de una buena salud, minimizar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y fortalecer el sistema inmunológico. En el caso de las niñas, niños y adolescentes, una alimentación variada también debe garantizar un crecimiento normal y cubrir las necesidades calóricas según edad.
Debemos tener en cuenta que los períodos de adaptación son diferentes, dependerán de cada caso, existen niños a los que les cuesta adaptarse a los horarios más rígidos, a otros no. Entonces, va a depender mucho de la organización de los padres, a través de horarios definidos, por ejemplo, que todas las mañanas consideren el tiempo para tomar desayuno en familia, ya que es la primera comida del día, y que en la tarde cuando regresen de clases, los escolares no sean sobrealimentados con preparaciones de alto contenido calórico. Lo que corresponde adecuadamente, es que estos consuman comidas y colaciones, vale decir, desayuno, colación a media mañana (colegio), almuerzo, once y después una cena, donde se incluyan variedad de alimentos como pescados ricos en omega 3 y 6, frutos secos, alimentos antioxidantes, frutas, verduras, y fibra, lo que ayudará a mejorar la capacidad de concentración durante sus horas de aprendizaje.
¿Qué podemos hacer
frente a escolares con alimentación selectiva?
El tratamiento es
difícil porque dependerá del nivel de selectividad que presente cada uno, como
padres se debe tener una identificación de los alimentos que ellos aceptan para
poder consumirlos en el colegio, y en base a esos productos se debe generar las
colaciones y almuerzos. Para poder ir avanzando con aquellos alimentos que no consumen
los escolares, es importante consultarlo con un profesional, para no tratar de
imponerlos, porque generaran un rechazo más acentuado. Además, es posible que
en algunos casos se requiera de otras terapias frente a los distintos tipos de selectividad,
todo para evitar el déficit nutricional que conlleva este trastorno y que
podría afectar el estado de salud y crecimiento de los niños, niñas y
adolescentes.
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